1ª Edición

La I Exposición Internacional
de Esculturas en la Calle se desarrolló en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife entre el invierno de 1973 y la primavera de 1974.

En palabras de Vicente Saavedra: “…la lista de participantes ilustra por sí sola la importancia del evento.

Todos los escultores españoles que participaron en esta muestra internacional dejaron su obra definitivamente en calles y plazas de Santa Cruz. La relación es amplia y representativa: José Abad, Andrés Alfaro, Néstor Basterrechea, Rubio Camín, Xavier Corberó, Jaume Cubells, Feliciano Hernández, Amadeo Gabino, Jorge Jiménez Casas, Eduardo Gregorio, Josep Guinovart, Marcel Martí, Remigio Mendiburu, Joan Miró, Eusebio Sempere, Pablo Serrano, Francisco Sobrino, Josep Maria Subirachs, Gustavo Torner y Ricardo Ugarte.

Asimismo, también tuvimos ocasión de contemplar en nuestra ciudad obras de escultores desaparecidos con anterioridad, tales como Alberto Sánchez, Óscar Domínguez, Pablo Gargallo, Julio González y nuestro llorado amigo Manolo Millares.

Además de los participantes españoles, también muchos extranjeros acudieron a nuestra convocatoria. La relación es extensa e incluye a artistas de diez países diferentes: Kenneth Armitage. Bernard Meadows, Henry Moore y Eduardo Paolozzi de Inglaterra; de Francia participó Claude Viseux; de Italia, Mario Ceroli y Arnaldo Pomodoro; Gotfried Honegger, de Suiza; Mark Macken vino desde su país natal, Bélgica; y del otro lado del Atlántico tuvimos una muy cualificada participación con obras de Alexander Calder de Estados Unidos, Alicia Penalba y María Simón de Argentina, Jesús Soto de Venezuela, Federico Assler de Chile y Agustín Cárdenas de Cuba. También dispusimos de obras en préstamo de escultores fallecidos, el italiano Marino Marini y el ruso Ossip Zadkine.

Podría parecer, en función de lo expuesto, que todo fueron éxitos en la organización de la Exposición y, sin embargo, existieron algunos contratiempos. Recuerdo, por ejemplo, la negativa de Eduardo Chillida a participar, a pesar de nuestras reiteradas invitaciones; o lo acontecido con la obra más conceptual de cuantas se realizaron sobre el terreno para lo que el escultor Mario Ceroli nos propuso un proyecto que consistía en escribir con árboles, en cuatro colinas dominantes de Santa Cruz, los elementos básicos de la física aristotélica: tierra, aire, fuego y agua. La dificultad insoslayable de disponer de un espacio público que reuniese las características solicitadas nos condujo a elegir un sitio libre entre los ramales de entrada y salida a Santa Cruz por la autopista del Norte. Se escogió un árbol de flor roja, se preparó el terreno y comenzó la plantación, pero el dinero sólo nos dio para las tres primeras letras de la palabra fuego y la cosa quedó, irónicamente, en el pretérito indefinido FUE.

Otra cita a la incertidumbre llegó cuando contactamos con la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura a fin de que nos fuesen cedidas provisionalmente algunas obras de los fondos de sus museos, concretamente de Ángel Ferrant, Mateo Hernández y Pablo Gargallo. Si bien en nuestras primeras gestiones la respuesta fue afirmativa, más tarde un sinfín de problemas burocráticos e inútiles dio al traste con esta iniciativa dejándonos en su lugar un cierto desaliento.

Otra cita a la incertidumbre llegó cuando contactamos con la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura a fin de que nos fuesen cedidas provisionalmente algunas obras de los fondos de sus museos, concretamente de Ángel Ferrant, Mateo Hernández y Pablo Gargallo. Si bien en nuestras primeras gestiones la respuesta fue afirmativa, más tarde un sinfín de problemas burocráticos e inútiles dio al traste con esta iniciativa dejándonos en su lugar un cierto desaliento.

Y es en ese instante cuando reaparece la milagrosa varita mágica de Pablo Serrano, que consiguió que su amigo el escultor Mark Macken -vinculado al Museo Middelheim de Amberes- enviase de forma urgente, desde Bélgica, un ejemplar de El profeta, de Gargallo, y así pudiésemos disfrutar durante unos meses, en el Parque García Sanabria, de esa joya indiscutible de la escultura contemporánea.

La obra del joven artista Jorge Jiménez Casas, realizada con planchas de metacrilato y que asemejaba un gran pájaro negro, se echó a volar con el primer temporal de viento y desapareció. Una segunda versión reforzada de la escultura, colocada en el mismo lugar, corrió la misma suerte, por lo que sólo quedaron unas fotografías como único testimonio de su existencia.

Aunque las circunstancias políticas de aquellos momentos no eran las más idóneas para que se pudiese debatir libremente y sin interferencias sobre temas culturales, se organizó en paralelo a la Exposición el I Simposium Internacional sobre Arte en la Calle, con el patrocinio de la Fundación March y la estrecha colaboración del Departamento de Arte de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Laguna.

El entonces profesor de la Escuela de Arquitectura de Portsmouth (Inglaterra), Tomás Llorens, participó en sus inicios escribiendo un extenso artículo titulado “Invitación al debate” que sirvió de base a las discusiones y ponencias del Simposium.

Las tres jornadas que duró el curso acabaron con sendas conferencias magistrales de José Luis López Aranguren, Jacques Lassaigne -director del Museo de Arte Moderno de la Villa de París – y Eduardo Westerdahl.

La lista de ponentes nos da una idea de la importancia que pudo alcanzar este Simposium, con la participación de intelectuales como Xavier Rubert de Ventós, Gillo Dorfles, Oriol Bohigas, Corredor Matheos, Valeriano Bozal, Juan Manuel Bonet, Simón Marchán y José Rogelio Buendía.

A pesar de este extraordinario plantel de participantes, el Simposium fue contestado en la calle, que exigía discutir otros temas hasta entonces prohibidos, por lo que la conclusión final fue, paradójicamente, la falta de conclusiones. Juan Pedro Castañeda lo veía así en su crónica para el periódico La Tarde: “A la hora de elaborar las conclusiones no hubo acuerdo, llegándose al final con tres tipos de resúmenes diferentes, dos de ellos elaborados por las mesas de trabajo a las que están adscritos los ponentes y un tercer tipo realizado por buena parte de los congresistas, que introducían en sus conclusiones la necesidad de un mayor acercamiento a la realidad inmediata, no tanto artística como social”.

La coordinación informativa y propagandística sobre aquellos acontecimientos fue magistralmente orquestada por el periodista Juan Cruz Ruiz, que aún residía en Tenerife. A este fin organizó una rueda de prensa en Madrid, que tuvo una enorme repercusión en toda la prensa nacional, llegando alguno de los rotativos más prestigiosos, como La Vanguardia de Barcelona, a dedicar a la Exposición la portada en color del periódico dominical.

Después de una larga temporada de ininterrumpida y agotadora actividad, en el mes de mayo de 1974 dimos por terminada la I Exposición Internacional de Escultura en la Calle. Las obras expuestas en nuestra capital quedaban en su mayoría con nosotros para siempre, pero otras, quizás las más importantes, las habíamos recibido en calidad de préstamo. Se iniciaba, por tanto, un doloroso proceso de devolución de esculturas.

Las esculturas de Miró y de Moore que se mantuvieron expuestas en la Rambla durante casi medio año, regresaron a su lugar de origen – París y Londres – una vez finalizado el plazo del préstamo. Comenzó en ese momento un verdadero movimiento popular, del que se hicieron eco todos los medios de comunicación, para que las obras retornasen a nuestra ciudad.

Los autores no fueron insensibles a tan fuerte presión social y decidieron ceder los derechos sobre sus esculturas para que unas nuevas fundiciones de bronce pudiesen volver con nosotros. A este fin se hizo necesario recabar fondos mediante colecta popular, que se complementó con una subvención especial del Cabildo de Tenerife. Las obras que vinieron en esta segunda ocasión no coincidían con las anteriormente expuestas en Santa Cruz y llevan por título El guerrero de Goslar de Henry Moore y Mujer botella II de Joan Miró.

Algunos de los objetivos que se había propuesto conseguir la comisión organizadora al finalizar la Exposición nunca pudieron alcanzarse.

Juan Cruz comentaba en aquellas fechas a través de las páginas del desaparecido rotativo La Hoja del Lunes: … “treinta y dos de las esculturas que ahora llenarán las ramblas y el parque se quedarán en la ciudad, como patrimonio artístico de la misma. Pero, sabemos que esas esculturas no se quedarán sólo en esos dos lugares de Santa Cruz. Cuando acabe la exposición —a finales de enero— la comisión que ha organizado la muestra buscará los lugares más idóneos, en los barrios y en las plazas de la capital, para que estas obras cumplan su función estética fuera de este cogollo urbano, al que ahora se ha recurrido para hacer, de cierta manera, más cómoda la visión de las esculturas. Luego, repetimos, esas esculturas estarán desparramadas por la ciudad. A mí esa iniciativa me parece esencial y creo que será la que verdaderamente le va a dar el sentido popular que los organizadores quisieron que la muestra tuviera”.

 

Igualmente, sir Roland Penrose manifestaba entonces en una entrevista publicada en El Día, un problema existente y que, desgraciadamente, permanece aún sin resolverse. Decía así:

“Es una extraordinaria idea esta de haber puesto las esculturas en la vía pública.
La elección me parece buena.
Es una aventura que todas las ciudades deberían iniciar.
¿Lo peor de la exposición? Las farolas. Las farolas de las ramblas”.

Fue significativo que la razón por la que se suprimieron esas antiestéticas farolas de un solo tramo de las ramblas -el de las tinajas— haya sido para facilitar un desfile militar”. La feliz coincidencia de la celebración en 1994 del 5º centenario de la fundación de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife con el 20 aniversario de la I Exposición de Escultura en la Calle ha hecho posible que se ponga en marcha una segunda versión de aquella muestra.”

En palabras de Eduardo Westerdhal, según artículo publicado:
“La Primera Exposición Internacional de Escultura en la Calle, organizada por la Delegación en Santa Cruz de Tenerife, del Colegio Oficial de Arquitectos de Canarias, ha superado las naturales limitaciones insulares y puede considerarse como un acontecimiento nacional…

La puesta en marcha de una empresa tan complicada en principio, se debe a la colaboración generosa del Cabildo Insular de Tenerife, del Ayuntamiento y de la Caja de Ahorros de Santa Cruz de Tenerife, del Colegio Oficial de Arquitectos en la Delegación de la isla y, de manera singular al esfuerzo de la Comisión de Cultura del mencionado Colegio.

Ha sido posible tener en Tenerife a figuras importantes, como Sir Roland Penrose, ex di­rector del British Council en París y actual presidente del Instituto de Arte Contemporáneo de Londres, del que fue fundador junto a Herbert Read y Henry Moore; a Jacques Lassaigne, director del Museo de Arte Moderno de la Villa de París; a Marc Macken, director del Museo de Escultura Middelheim, de Amberes, escultor, fundador de dicho museo y uno de los grandes expertos en esta clase de exposiciones al aire libre; a Claude Viseux, escultor y miembro del Jurado del Salón de Mayo de París.

Han estado en Tenerife en los días Inaugurales la mayor parte de los escultores que exponen obra: Jiménez Casas, Néstor Basterrechea, Martín Chirino, Feliciano, Eusebio Sempere, Jaime Cubells, José Mª Subirachs. Eduardo Paolozzi, Amadeo Gabino, Pablo Serrano, Remigio Mendiburu, Ricardo Ugarte, Federico Assler, Josep Guinovart abierta todavía su gran exposición en el Colegio, Gustavo Torner, Joaquín Rubio Camín, Xavier Corberó, Andrés Alfaro, Francisco Sobrino, Eduardo Gregorio, María Simón, José Abad y Mario Ceroli.

De un total de cuarenta y seis obras, veintinueve han sido donadas por sus autores a la ciudad. Faltan aún las prometidas por Jean Tinguely y por Niki de Saint-Phalle, la de Mario Ceroli y otra aportación de Oscar Domínguez.”